lunes, 7 de abril de 2008

Día 3: El alta y la crisis

A la mañana del día 4, llega un grupo de cirujanos a revisarme la herida por primera vez.
Por suerte estaba todo bien.

Además me sacaron el drenaje de la herida.
Y me propusieron que si quería podía dejar el sanatorio hoy mismo.

En un primer momento me asusté un poco porque todavía no me sentía seguro, pero igual me dejaron el alta firmada.
Por la tarde pasó mi cirujano-urólogo y ya me sentía mucho mejor.
Probablemente al sacarme el drenaje me sacaron una molestia importante.

Así que acepté irme, y arranqué para mi casa, bastante dolorido, pero por lo menos dejaba el sanatorio.

Anduvo todo bien, llegué comí algo y me acosté.

Me dormí temprano sin ningún tipo de calmantes.
Pero... a la hora me desperté en medio de una pesadilla enorme.
Temblaba todo, y estaba agitado.
No podía controlarme, ni relajarme.
No soy especialista, pero seguramente fue una mezcla de ataque de pánico, con una crisis de angustia contenida.

Nunca me había pasado algo así, fue muy fuerte pero muy liberador.

Como no me podía contener, dejé que el cuerpo temblara todo lo que quisiera y mi mujer me sugirió que a lo mejor necesitaba llorar.

Efectivamente comencé a llorar a los gritos, y así estuve varios minutos.

El llanto me salvó, porque en una media hora ya estaba de nuevo bastante tranquilo.

Fue una experiencia muy fuerte y sobre todo inesperada, y posiblemente me protegió de males futuros, porque si no explotaba ese día quien sabe que hubiese pasado con la tensión y la angustia acumulada en los últimos 3 meses.

Luego me dormí sin problemas hasta el otro día.

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