En el día 3, me pusieron una faja y tuve que levantarme de la cama.
Si estar en cama era incómodo, levantarme fue un suplicio.
Me dolía todo.
Pero, había que hacerlo.
Fui hasta el baño, me lavé la cara y los dientes y estuve un rato sentado.
Seguí alimentándome normalmente ya con un poco más de apetito.
Parecía que comenzaba a aclara luego de la tormenta.
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